Cuquita, era pequeñita, pero brillante, tanto que se podía decir que era hermosa. A donde quiera que iba causaba admiración y sorpresa, pero le gustaba saberse admirada, buscaba pasar desapercibida, por lo que procuraba esconderse para que no la notaran.
Muchos decían que algo malo había en el carácter de la pequeña Cuquita, ya que no era normal que alguien tan brillante buscara pasar por el mundo desapercibido, al principio los comentarios que le hacían sobre su manía de estar escondida no hacían daño alguno a la pequeñita, pero un día dejó de ser así.
Cuquita decidió, que los demás tenían razón y que no era saludable pasar la vida en las sombras, que era importante pasar a la luz que brinda en la buena sociedad, por lo que había que salir de los escondites y mejorar lo que los demás decían que había que mejorar.
La pequeñita de esta historia, crecía y conforme lo hacía pensaba en que necesitaba estar más bonita para salir al mundo, y que también necesitaba tener más seguridad, por lo que decidió acudir con un profesional que arreglara en ella lo que hacía falta para ser normal como los demás.
Cuquita era única y especial, pero si había algo que deseaba con toda el alma era evolucionar, tener un desarrollo pleno y saludable y sentirse satisfecha con la imagen que le daba el espejo, en el que se veía cada mañana.
Tras muchas sesiones y la experiencia de los profesionales, Cuquita logró un cambio impresionante, su brillo incluso ahora era diferente, los destellos que refleja su piel eran más blancos que negros, podemos decir que ya no era bonita, sino atractiva a los ojos de quien la pudiera ver.
A los cambios externos, que incluyeron cirugías y depilaciones, se deben sumar los cambios internos conseguidos con más visitas con profesionales que le ayudaron a pensar a la pequeña que el mundo ahora la aceptaría más que antes.
Se podría decir que de la Cuquita, chiquita y brillante, ya sólo quedaba un mínimo rastro, oculto entre los cambios externos e internos que experimentó la pequeñita al evolucionar, y cambiar lo que siempre había sido.
Por fin llegó el día en que Cuquita se sintió lista para aparecer ante el mundo y la sociedad de las buenas costumbres, lucía blanca como la leche y tan diferente de lo que antes fue, que llamó la atención de todos los que la vieron.
Los gritos de admiración y el flash de las cámaras le resultaron muy agradables a Cuquita, tanto que decidió mostrar más y compartir con todos su evolución, pero el zapato de un valiente acabó con la pequeña cucaracha blanca que se había atrevido a salir de la alcantarilla de la cocina.
Su color nuevo hizo de Cuquita algo tan visible que fue fotografiada con admiración y asco, para después ser aplastada, porque a pesar de su cambio no había dejado de ser una enorme Cucaracha.