“Lo esperado no se llevó a cabo y de lo inesperado un dios halló el camino”
Medea. 1415. Eurípides
Desde hace poco más de una década Medea se ha convertido en una constante fuente de reflexión en mi vida, la tensión entre lo tradicional y lo moderno se aprecia al tratar de hacer el juicio sobre las acciones humanas a partir de lo esperado o de lo deseado.
Para hablar mejor sobre esa tensión, me enfoco por ahora en la obra que escribió Eurípides hace unos 2400 años y que hasta la fecha no ha perdido vigencia; si no es que ha tomado más, debido a que los -ismos de mi tiempo toman el infanticidio de Medea como bandera para sus causas.
La trama de la obra de Eurípides se puede resumir fácilmente, Medea se escapa con Jasón después de que le ayuda a obtener el vellocino de oro, y cuando ambos están casados, y con dos hijos, él decide salir del hogar para casarse con la hija del rey de Corinto, Medea entonces mata a los niños que tiene con Jasón y se escapa para vivir con Egeo en Atenas.
La trama es simple y hasta repetitiva, las familias se rompen y los que pierden sustancia tras esas rupturas son los niños, no importa si quien se va de casa es el hombre o la mujer, aquí veo que el asunto tratado por Eurípides va más allá de lo que ocurre tras la ruptura de los hogares.
Lo que ocurre en el hogar de Medea afecta a la ciudad de Corinto y viceversa, lo que acontece en la ciudad, afecta a la vida del hogar conformado por Jasón, Medea y los niños, por la necesidad de un marido insigne para su hija Creso la ofrece a Jasón en matrimonio, y por despecho Medea acaba con la vida del rey de Corinto y su hija (Cfr. Eurípides, Medea, verso 1165.)
Mucho podemos decir sobre Medea, Jasón, Creso o el destino de los infantes muertos a manos de su propia madre, pero más que hablar sobre ellos, conviene que empleemos en primer lugar los versos de Eurípides como espejo de nuestras pasiones y egoísmos.
Veámonos, pues, en ese espejo que se nos presenta en la tragedia y que si bien no nos retrata de cuerpo entero, alguna imagen nos da de nosotros mismos.
Por un lado, están quienes ven a una mujer dolida, pero empoderada, hay quienes ven en Medea a alguien que termina con el patriarcado, del que tanto se quejan algunas feministas hoy en día.
Si consideramos que para escapar de la Cólquide el personaje de Eurípides debió condenar a muerte a su padre y descuartizar a su hermano menor, esta conclusión sobre el empoderamiento, un tanto facilona, parece tomar fuerza entre quienes hablan de patriarcados y de lo masculino como el origen de todos los males.
Pero Medea no festeja la ruptura matrimonial y constantemente habla de la validez de los juramentos, como si lo que le doliera en el fondo es la ruptura de la tradición, esa que indicaba que las promesas eran algo que debía cumplirse, para evitar las funestas consecuencias que se siguen de la falta a la palabra.
Por otro, están quienes ven en Medea a una maldita, ya que es capaz de quitarle la vida a sus propios hijos con tal de salirse del hogar roto por la infidelidad de Jasón y de irse a otro lado para tratar de formar nuevamente una familia, que también acaba por extinguirse.
No olvidemos que Medea se va con Egeo y que los primeros espectadores de la obra sabían perfectamente que ella debió escapar al intentar matar a Teseo, el hijo de quien le diera su nombre al mar sobre el que se despeñó una vez que sintió perdidas sus esperanzas.
Los detractores de Medea, a veces aplauden a Jasón la racionalidad de sus argumentos, él elige después de un cálculo sobre el costo y beneficios de irse con alguien más, otros la ven como la maldad encarnada por no alejarse y simplemente dejar a Jasón, como si tal cosa fuera posible hace 2400 años.
Al centrarnos en Jasón, hay quienes le aplauden su espíritu moderno, pues él se casa con la hija del rey de Corinto para dar a los hijos que tiene con Medea hermanos ilustres que los ayuden a acceder a puestos de poder y fama, ese argumento suele aparecer hoy en día entre lo que se dice a los niños cuando hay reconfiguraciones familiares (Cfr. Eurípides, Medea, versos 565 a 575).
Jasón señala que al irse con la doncella corintia le hace un bien a todos, ya que de las riquezas obtenidas por ese enlace, Medea también sale beneficiada, pues él puede brindarle a ella lo que desea, siempre que tenga la apertura mental como para ver los grandes beneficios que la disolución de la familia tradicional trae consigo.
Así como están quienes aplauden, también tenemos a quienes denuestan a Jasón, porque para dar a la familia riqueza y poder debe sacrificar a la misma familia y matar a la tradición, lo que, entre otras cosas, supone hacer a un lado los juramentos que se hacen ante los dioses e incumplir su palabra.
Al leer Medea nos leemos a nosotros mismos, al menos hasta que vamos atendiendo a los detalles de cada verso en la obra de Eurípides, ya que ni Medea es una feminista empoderada, ni Jasón es tan moderno como para exigir la extinción de lo que antes le alegraba con tal de obtener fama y riqueza, aunque sí señala como algo deseable a extinción de las mujeres, como ahora algunas piden la extinción de los hombres.
«Los hombres deberían engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría que existir la raza femenina: así no habría mal alguno para los hombres»
Eurípides, Medea, Versos 573-575
El egoísmo tiene límites y Eurípides nos muestra el drama que nace cuando éste rebasa dichos límites, y el problema que nos presenta el dramaturgo nace en un momento en el que los límites se pierden por la guerra del Peloponeso, la cual traerá como consecuencia la destrucción final de Atenas.
A más de 2400 años, y con una constante tensión entre lo tradicional y lo moderno, Eurípides nos invita con su tragedia a pensar más allá de machismos o feminismos, ya que en los- ismos no hay límites.
Al desear la extinción del otro o al tratar de mantenerse en una tradición que ya no se sostiene: lo único que queda es la destrucción del futuro, bien representado por los niños que mueren a manos de su propia madre, como respuesta a las acciones de su propio padre, o bien representado por la falta de certeza con la que se quedan los padres al ver la aniquilación de sus propios hijos a consecuencia de sus actos.
Desde hace más de 10 años Medea me ha estado dejando perpleja, me invita a reflexionar en el desastre comunitario que hoy veo, y con ese espejo en la mano celebro este 10 de mayo.