Estanque reflejando árboles

Hacia las cuatro de la tarde el Sol muestra su declive en el horizonte, lo hace tímidamente, aun con bastante brillo, pero con la discreción propia de un rey que comienza a recogerse y a soltar la magia que inundará a la noche que se anuncia.

A esa hora de la tarde, cuando el sol ya lleva buena parte de su camino recorrido y comienza a bajar poco a poco a la cama que se ve ilumina de rojo en el horizonte, comienza el momento reflexivo en el que las almas se preparan para finalizar el día.

Hacia las cuatro de la tarde ya no se come con la avidez del medio día, tampoco se rezan vísperas, el mundo sigue avanzando aunque lentamente, porque muchos ven que ya casi es hora de salir de trabajar, otros aprovechan que inicia una leve frescura vespertina para descansar.

Otros, en lugar de ver ya casi terminan las labores del día, lamentan lo que no hicieron en toda la mañana pensando que ya es tarde y que nada pueden hacer ya, sino esperar sentados a que llegue la noche rogando no estar insomnes y poder empezar mejor en el siguiente día.

Cuando se acerca el sol a las montañas que lo ocultarán durante la noche, el cuerpo siente que también será oculto por la tierra, aunque aún falta para ello, es posible todavía gozar de las delicias del día, como ver jugar a los niños en medio de cansinas calles que ya no se recorren con prisa.

Hacia las cuatro de la tarde el calor comienza a dar tregua y el resplandor del día comienza a apagarse, la amabilidad se acentúa en los rayos del sol que al dejar de ser tan directos anuncian la proximidad de la noche, la cual podría ser tormentosa o tranquila.

La tarde es bella y es reflexiva, como la luz en los estanques, a esa hora en especial la luz deja ver unos montes de cabeza y a un observador cansado que busca la sombra sin huir del sol, ya lejano del cenit y cercano al ocaso que despierta a las aves nocturnas, a los dulces sueños o a las pesadillas.

La tarde es la antesala de la noche, el gozo o la tristeza del día se dibuja y toma forma, aunque esa forma no es definitiva, aún es posible alegrarse durante las pocas horas que quedan del día, también es posible tener paz, porque para esa hora ya no tiene sentido tener prisa.

Siendo las cuatro de la tarde en este día que es mi vida, veo con gozo la bendición que se me dio con lo que en la mañana fue un nuevo día. También veo la bendición del calor del medio día y me alivia la frescura que anuncia la proximidad de una noche tranquila, mientras dedico la tarde a agradecer por mis desgracias y por mis dichas.

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