Cruz

Sobre la amistad sabemos muy poco, en muchos sentidos nos hemos negado a experimentarla, a veces cuando tratamos de dibujarla nos damos cuenta de que en las manos sólo nos queda un triste boceto de lo que es un amigo o de lo que somos nosotros cuando somos amigables.

Cuando en los evangelios se habla de amistades vemos tantos rostros y maneras de vivir que nos confundimos. Mayor es la el extravío si buscamos una definición clara y distinta de lo que podría ser la amistad, las matemáticas no se llevan tanto con lo amable, y no porque sean aparentemente difíciles o porque sean inconsistentes, más bien porque son ideales, mientras que los amigos son reales y diferentes.

La amistad no es matemática

La inconmensurabilidad entre las matemáticas y la amistad se debe a que unas pertenecen a la idealidad, mientras que la amistad es práctica, tiene matices y colores que no se pueden demostrar, pero que se encuentran todo el tiempo en nuestra cotidiana experiencia.

Me explico un poco para no aturdirme y no aturdir a quien amablemente me regala unos minutos para leer lo que ahora escribo, en matemáticas 2 siempre es igual a 2, pero en las amistades nunca se da el caso, por lo regular recibimos más de lo que damos.

No podemos limitar la experiencia de la amistad a una relación de igualdad, aunque lo semejante se lleva con lo semejante la igualdad jamás es posible, esperar equidad en la amistad es anular lo que hace especiales a los amigos, y nada nos hace más especiales que lo que nos diferencia.

El diálogo parte del desacuerdo y busca llegar al acuerdo, en la igualdad absoluta no hay desacuerdo posible, se piensa igual y en la igualdad fácilmente se pierde el sentido de dialogar, para qué hablar con quien piensa igual que yo. ¡Qué flojera!

Pero, la diferencia absoluta tampoco propicia el diálogo y menos la amistad, la diferencia absoluta lleva a la imposición y a la indiferencia respecto a lo que el otro siente y piensa, es anulación del otro y perdición de sí mismo al tratar de anularlo.

El amigo perfecto

Atendiendo a la buena nueva, que traen consigo los evangelios, vemos que Jesús es el amigo perfecto, ya que no piensa igual a ninguno ni busca imponer su pensamiento, enseña con amor y aprecia las diferencias de sus amigos, perdona sus fallas y llama bienaventurados a los que creen sin haber visto.

Jesús no juzga, porque enseña que al juzgar se es juzgado, al señalar con un dedo al otro al menos tres dedos de nuestra mano nos señalan a nosotros, pero tampoco deja pasar las injusticias y enseña que hay tumbas blancas por fuera, pero podridas por dentro.

Ese hombre de Nazaret del que muy poco sabemos, enseñó con su vida pública que es posible ser amigo de quien está en casa como Lázaro, de quien suele llevar cuentas como Mateo, de quien duda como Tomás, o de quien sale a pescar como Pedro, sin dejar de lado a quien recibe amor aunque bese con un beso de fuego.

Ese humilde carpintero nos deja ver con su vida que nuestra experiencia de la amistad es limitada, especialmente cuando no aceptamos a nuestro lado a quien expresa diferente su necesidad de amor, comprensión o aprecio.

Pensando en ese hombre que supo dar la vida para la salvación de sus amigos, veo que tan mala amiga he sido, incomprensiva, burlona y más parecida a Judas que al que se supone que debí haber seguido.

No soy ni seré perfecta, pero eso no impide que a pesar de todo me guste seguir intentando, he sido cruel y muy dura y detestable en muchas ocasiones, quizá más parecida a Judas de lo que quisiera, pero mis amigos me han perdonado, sin que lo pida o lo merezca y aunque ya soy vieja y dura para aprender confío en que ya no soy tan peor como fui, o al menos eso espero.

A diferencia del hombre de Isacar, no pierdo la esperanza de aprender y de vivir la verdadera amistad que da la fe, por eso no me he colgado del árbol más cercano, no me gustaría morir en la desesperación del pobre Judás, tan solo y abandonado hasta de sí mismo.

Se me ha dicho que la fe puede llevar a los hombres a morir tranquilos y a saberse misericordiados sin merecerlo, a reconocerse salvados por el suplicio del que fue amigo de seres muy diferentes entre sí y de los que no puede esperar nada porque todo lo tiene ya, ojalá pudiera tenerla.

La amistad es un tesoro, del que no comprendemos gran cosa, la experiencia no nos dice si se trata de la unión entre semejantes, o entre seres que no se parecen entre sí, no sabemos si debe ser eterna, con algún tipo de correspondencia o gratuita, pero sabemos que no hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus amigos.

Yo no sé mucho sobre la amistad, porque sobre ella no hay definiciones, corolarios, axiomas o algo escrito que sea definitivo, pero sé que hace mucho un nazareno murió por sus amigos y que todos eran diferentes entre sí aunque todos recibieron amor del creador desde el principio.

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